Descubrí que tenía un cuerpo y una intimidad a los 20 años y decidí irme de casa de mis padres. Comencé a desarrollar una relación muy cercana con la naturaleza del mundo, empecé a ir a los ríos y esconderme desnuda en los bosques encantados de Valle del Dorado, tome baños infinitos en cascadas naturales observando venadillos y mariposas, escuchando los monos aulladores y millares de bichos, jamás sentí miedo como en las selvas grises de las ciudades gigantes, creo que hasta alucine con seres galácticos en algún viaje astral con ayuda de bebidas indígenas. Tenía un misterio escondido en mí, había más que potencia y energía, sentía que existía un enorme miedo que debía desafiarlo como se enfrentan los tsunamis en la orilla del mar y entonces decidí moverme hacia el océano, deje toda mi vida para vivir con un pie en él, mitad mujer, mitad sueño fugitivo. A veces tengo pesadillas y me duele el cuerpo, me pertenezco y me llevo con alegrías, dolores y esperanzas, decido perderlo todo de nuevo y como en un salto o una paradoja del tiempo allí está el, sonriendo con su mecánica arte, retratando uno de los momentos más hermosas que ya viví y seguro no olvidare. En el cuerpo y en la intimidad está el, lo sabe, comienza con la revolución en potencia desmedida, huele a pasión y fruta tropical, yo no sé por qué pero me desvanezco, soy polvo y muero. Viene y desafía una de las más grandes leyes naturales de mi universo interior, articula las moléculas perdidas de mi pecho y construye un atómico ataque de alegría eterna en mi escondite preferido, espere toda la vida para este momento y así sucedió.
Derechos de autor violados con amor |